martes, 15 de mayo de 2012

Maratón de Madrid: Uno más de mi hermano



En el maratón de Madrid de 2012, que tuvo lugar en esta ciudad el domingo, 22 de abril, el corredor Javier Bermejo Bermejo, dorsal 628, nacido en 1956, llegó el 3672 de entre 9959 corredores, el 129 de 472 de su categoría y corrió  a un ritmo de aprox. 5,07 minutos por km., a velocidad media de aprox. 11,65 km/h…. Este corredor es mi hermano, todo un deportista. Como todos los años escribió su crónica el mismo día de la carrera. Aquí os la traigo.




 
 
PARADOJAS

“La crónica de hoy es bien fácil de escribir: “El peor maratón puede ser el mejor”. Ya está.
No haría falta más. Se puede explicar esa paradoja, se podría narrar como episodio más o menos épico (más que nada para justificarse uno), pero en esencia nada se añadiría a lo dicho.
¿Entonces?

En la cena previa, todo estaba en su sitio: Volcán echaba humo, Yudus quería cumplir con su 50º aniversario, Pipilutxi mantenía intacto su sentido del humor (estelar su ‘sacarine’), Galeote miraba desde el agobio de un resfriado que anunciaba nubarrones, Brigante vestía el buen ánimo de su juventud y Gandalfin mantenía en su sitio la modestia de los corredores especialmente dotados.

La foto de familia en la BN poco antes de salir reunió está vez a varias docenas de amigos: los de la cena más Malagueta, Jordan, Lobo, Bribón, Duquito, David, Angeltrotón, tantos y tantos, cada uno con su desafío, con su lesión medio sin curar, con la mirada como un filo de navaja a menos de quince minutos de la salida.

Como en Donosti-2010, salgo con Pipilutxi, pendiente él de la periostitis que le tiene secuestrado desde hace semanas. El ritmo nos viene bien a los dos (en principio, es como ir de paseo). Se trata de ver pasar km sin mayores averías. No es mi caso: en el k4 tengo el primer aviso; y en el k7, el segundo. Me he propuesto llegar al k21 antes de tirar la toalla. Hay otra opción (siempre hay otra opción para quien se propone acabar): reducir el ritmo y esperar. Estamos bajando Velázquez, donde Jesús y Mariví nos alivian con algo de líquido y el ánimo que tan bien sienta.

Al paso por las rosquillas y borrachuelos de Guille y familia (esta vez, un enorme barreño y una tonelada de ilusiones), le digo a Pipilutxi que se marche. Mi maratón hoy va a ser muy distinto de cualquier otro: peor incluso que el de Sevilla-2009, en circunstancias similares. Nuevo objetivo: llegar a meta sin tener que andar, siempre que las circunstancias lo permitan.

Con ese nuevo plan paso Bilbao, Sol, el Palacio Real (en silencio, hoy sobraban los chistes fáciles), la media y Príncipe Pío, con Gloria y Daniel en el avituallamiento. Para entonces voy instalado en un pulso cómodo que no logra evitar dos o tres saltos cada 5k: siempre por debajo de 230p, siempre de una duración inferior a 15’’, que es lo que tengo pactado con mi propio diablo personal.

La entrada en la CdC nos va colocando a cada cual en su sitio. Saludo a Canillas y a Juan Julián (a éste me lo encontraré otras cuatro veces más, siempre pendiente de todos los detalles). Sé lo que nos espera a partir de ahora; me conozco de sobra las amenazas y trampas de la CdC, cosa que me tranquiliza, aunque aún no estoy preparado para novedades imprevistas. A esas alturas, aún aspiraba a no empeorar mi peor marca (la primera: 3h42) cuando me rebasa con claridad neta el globo de 3h45. Estoy en el k27, queda un infierno por delante y sé que todo va a empeorar de aquí a meta. ¿Qué hacer?

La gran pregunta, siempre. Las dudas, la rabia (sé que lo que me está pasando hoy, como en las semanas últimas, y al margen de la mera física, es en buena medida fruto de la tensión acumulada desde septiembre en una lucha desigual contra un futuro cada vez más negro), la indignación de todos estos meses se me vuelven contra mí mismo, como suele ocurrir. Entonces lo que uno se plantea es si va a ser capaz de aguantar otra andanada de golpes o se amuralla en lo poco que le quede de dignidad.

Dicho así, parece una estupidez con aires de grandilocuencia (lo es). Nadie corre un maratón para lamerse no se sabe qué heridas, aunque quienes corremos (todos y cada uno) sabemos la verdadera razón por la que acometemos un reto tan autodestructivo como éste. Seguramente lo hacemos porque necesitamos curarnos de otros males, siempre más graves que los zarpazos de esos 42,195k que culminan meses de aperreado entrenamiento.

Cumplido el particular vía crucis y su consiguiente reflexión ‘profunda’ (es increíble la tendencia a caer en la filosofía barata cuando uno no corre una mierda, que diría el gran Felipem), encarrilo el tramo de bajada con AFA, antes de enfilar Virgen del Puerto y afrontar el verdadero camino a nuestro particular gólgota, éste sí, que comienza en el repecho de la calle Segovia. Los saltos de pulso siguen su ritmo de 2-3 cada 5k, entre 207 y 224p, aunque con un pulso medio ‘escandalosamente’ prudente (132-134, cuando en 2008 mi pulso medio en Mapoma fue de 153, qué tiempos). De manera que ahora ya está la cosa clara: llegar con cierto garbo. En el costarrón animan Nuria, Ángela, Antonio y más gente del Foro del atleta, justo donde más falta hace la ayuda. Un paseo Imperial eterno me lleva a Pirámides, donde me esperan Ana y su amigo, que ya me acompañan hasta meta.

La subida se me hace casi liviana, con la certeza de que voy a llegar sin más incidentes que los que ya llevo descontados, como así ocurre. Ahora los saltos van menudeando algo más, bajamos el ritmo (¡todavía más!) y me planteo un nuevo desafío: subir la cuesta que conduce a la tapia del Retiro sin tener que andar (nunca he tenido que ‘echar pie a tierra’ en un maratón, y esta vez tampoco va a ocurrir, de ninguna manera).

Pasamos el k40. Junto a la valla, un corredor tendido y las asistencias atendiéndolo. Son las cosas de esta prueba, nada que no sepamos. Ya en la cuesta final, PacoJ, Garabitas y el bullicio del público que te lleva en volandas por esos 400m que tantos domingos he resuelto a base de olvidarme de lo que estaba haciendo en ese momento. Ahora ya voy solo pendiente de no descomponerme en el último momento: sé que voy a tener que descargar toda la emoción acumulada, pero prefiero hacerlo solo y una vez haya llegado, como conviene. Ya en el Retiro, saludo a Pilar (a punto de cumplir años), de nuevo a Gloria, a Carlitos (excelente diez mil que se ha marcado con la espalda hecha trizas) y a Lara, tan generosa en los ánimos como de costumbre.
Lo dicho, mi peor maratón (3h46) y el más peleado. El más importante también, porque finalmente hoy me ha tocado aprender que contra estos tiempos de aniquilación solo nos queda la decisión de aguantar el reto hasta donde aguanten las fuerzas.”

 

Y aquí acaba la crónica, escrita en caliente, el mismo día del maratón. Una vez leída por mí, mientras oía a Joaquín  Sabina en su Noches de bodas  (“Que el maquillaje no apague tu risa…”), tomé papel y lápiz y me puse a escribirle unos versos a Javi, mi hermano, a quien recordaba haciendo estiramientos junto a un pino, después de correr el maratón, con la cara ya relajada. A ese Jabo que se prepara con precisión, exigencia y dureza, y que disfruta con los bienes de esta disciplina. Hoy, día de san Isidro, la fiesta de Madrid, hago como el santo, y en lugar de ir a trabajar rezo a mi manera pasando a limpio estos versos.


“Día de fiesta”
          
Que una cifra fría no apague tu risa
Que una esperanza no enturbie tu mente
Que una mañanita radiante de abril
Pasaste corriendo por todo Madrid
Y una punzada no pudo contigo
Porque tu ritmito lo marcó ese Jabo
Que entre mil batallas marcó tu perfil.

Que ya no te amargue una marca un buen día
Que tú con tu marca ya lo tienes todo
Que tú ya solito lo puedes ganar
Si eres severo con ese que quiere
Que rompas los moldes y acabes fané.

Que todos los días sean días de fiesta
Que siempre termines como has hecho hoy
Que cuides tu cuerpo y mimes tu mente
Que siempre celebres que sabes correr
Que ajustes tu ritmo al son que te avises
Que siempre mañana será mejor que hoy.

Que cuides tu pecho, que mimes tus piernas
Que dejes que flote tu limpia cabeza
Que alargues la risa, que suene la música
Que alejes la mierda que amarga el país

Que todos los días sean días de fiesta
Que buenas mañanas despierten tu piel
Que nadie ni nunca secuestre tu risa
Que solo la meta la fija Javier.

Que dejes que el cuerpo relaje sus flujos
Que dejes que llore en la meta cabal
Que dejes que vaya bailando tu cuerpo
Que dejes que todo te vaya muy bien.
                                         Antonio Aravalle



                                                

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