sábado, 14 de abril de 2012

"Ojos que no ven", y "Años lentos" dos libros imprescindibles



Es un placer leer a diario el blog de Antonio Muñoz Molina. Es un lujo que un escritor publique cada día un comentario en su página web. Y ojear cientos de comentarios, si se desea y se tiene tiempo.

La entrada del 12 de abril, ayer, fue extraordinaria. Aquí la tenéis:

Tanto dolor en vano

Antes de conocer a Fernando Aramburu yo lo imaginaba, según sus fotos y la gravedad de mucho de lo que escribe, como una persona algo sombría. Me encontré con él por fin cara a cara el martes por la tarde en el Cervantes de Nueva York y lo que me sorprendió fue su alegría cordial, su presencia corpulenta y benévola. Fernando Aramburu hace bromas sobre sí mismo, sobre su oficio y sobre el mundo, y apenas sin transición se pone muy serio y dice verdades tremendas. Incluso cuando habla con más claridad y más dolor no se le desdibuja la sonrisa.
Ha venido a Nueva York para un ciclo sobre el terrorismo en el cine, la literatura y la vida cotidiana que ha organizado su director, Javier Rioyo. Con Aramburu, que ha escrito páginas tan admirables de ficción en torno a esa infamia, vino también mi querido José Ángel González Sainz, autor de dos novelas magníficas que giran en torno al terrorismo etarra y a sus sucedáneos, Volver al mundo y Ojos que no ven.  José Ángel vive en Italia, así que nos vemos de tarde en tarde, aunque nos escribimos mucho. Tenerlo en esta otra ciudad mía es una novedad que agradezco: la oportunidad de mostrarle algo de ella.
De ojos que no ven lo que tienen delante trata la película de Manuel Gutiérrez Aragón que vimos anoche, Todos estamos invitados. Todo lo que tenga que ver con el dolor provocado por esa chusma sanguinaria lo sume a uno en una tristeza sin alivio. Tanta muerte, tanto sufrimiento, tanta vileza, para qué. Y qué prisa hay para que todo eso caiga en el olvido. La literatura y el cine son herramientas del recuerdo lúcido, de la voluntad de comprender los mecanismos del espanto, de rendir homenaje a los que más han sufrido y no tendrán nunca el privilegio de la amnesia.


Entre los comentarios que hubo en la página de AMM ese día está el mío, que traigo aquí:

He leído con interés, como hago todos los días, la entrada de hoy de AMM. Hace tiempo leí “Ojos que no ven” y me pareció un libro muy interesante, al reunir en tres generaciones la violencia de la guerra civil y la violencia del terrorismo de ETA. Y hace menos de un mes tuve la suerte de leer “Años lentos”, sobre la vida en el País Vasco y el terrorismo de ETA. Cuando terminé de leer ambos pensé lo mismo: Qué fácil es entrar en la espiral que te puede llevar a matar si hay un ambiente, una situación que lo propicie.
Cuando en un país se recupera una normalidad democrática, cuando ese país puede recuperar públicamente la memoria, cuando ese país no esta amenazado por bandas terroristas, debe haber un objetivo en este sentido: atender públicamente a las víctimas y dejar establecido definitivamente un relato objetivo de la historia en el periodo en el que hubo esa violencia.
Cuando estuve en el cementerio Père Lachaise de París, sentí envidia porque la memoria de las víctimas de la ocupación nazi allí estaba clara. En la ciudad de Madrid, donde vivo, nada hay en ella que recuerde los lugares importantes durante la guerra, la historia de esta ciudad, tan machacada en aquellos años. Todavía tenemos aquí un Arco de la Victoria, una avenida de la Victoria, todavía se están abriendo fosas de víctimas del franquismo sin que aparezca el juez de la zona, todavía…
Y en lo que se refiere a las víctimas de ETA, habiéndose hecho mucho, falta mucho por hacer. Y siendo, como parece que es, definitiva la desaparición de ETA, nunca ha de circular la amnesia ni el olvido de las víctimas, también del GAL, sí. Y junto a los monumentos que hay en el País Vasco, recordando a Lasa y Zabala, por ejemplo, debería haber placas que recordaran donde murió tal guardia civil, tal policía…
Hace unos días estuve en Olivenza, y al volver una esquina, entre hermosas placas de azulejos con los nombres de las calles ( el actual en castellano, el antiguo, en portugués), nos topamos con una sencilla placa recordando a un guardia civil asesinado en el País Vasco. Sentí una pena estremecedora.
Y de otras víctimas del terrorismo, por ejemplo las del 11 de marzo, exactamente igual; es intolerable que una persona como Pilar Manjón reciba un ataque sistemático como el que recibe en ciertos periódicos españoles y que no actúe el fiscal, dado que el Código Penal castiga este trato a una víctima del terrorismo.



Siguen siendo necesarios libros, novelas, relatos, películas sobre estos asuntos; nos ayudan a conocer, a sentir a pensar. Leyendo “Rosa de Madrid”, un relato de Zúñiga publicado en su libro ”Capital de la gloria”, uno aprende mucho de lo que fue Madrid durante la República y la guerra. Si al lado el mismo autor nos regala otro relato sobre los asesinos de “Brigadas del amanecer”, uno se queda asombrado de que haya personas tan objetivas y tan buenas escribiendo. Por no nombrar “La noche de los tiempos”, porque parecería que halago a nuestro anfitrión, que se lo merece, por cierto, por regalarnos cada día un trozo de su cuaderno, de su vida.

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