lunes, 10 de enero de 2011

Los Navalmorales

Los Navalmorales, mi otro pueblo


Si Aravalle es para mí el principio, el mundo en pequeño, Los Navalmorales es mi segundo pueblo, una referencia de la edad madura. Es un pueblo castellano de unos tres mil habitantes, con diversos comercios e industrias, y una riqueza que a mí me parece extraordinaria: sus olivares. El suelo arcilloso propicia una producción considerable de una aceituna de excelente calidad.



Dos imágenes me vienen a la cabeza para representar este querido pueblo: una, sus olivas, así, en femenino, como la gente de la tierra llama a los olivos. Rugosas, de tronco mineral y retorcido, de verde y plata presencia centenaria, dan un aceite de calidad superior, obtenido después de generaciones y generaciones de esmerado cultivo. Olivas, verdes olivas, alineadas en las tierras, trepando por las laderas y dispuestas cada invierno al vareo y la almazara.




La otra imagen es la de su torre, esbelto y espigado edificio, que con su gracia aérea parece cobijar y apacentar el caserío de teja y los sombreados patios y plazuelas. La he visto desde todos los sitios: desde la sierra del Santo y desde el cerro Gorra; surgiendo de repente al doblar una esquina o paseando por las calles de Tierra Toledo; apareciendo por sorpresa al venir por el camino de Santa Ana o destacando majestuosa al llegar de Los Navalucillos. Me he acercado a ella y he admirado su verticalidad y su elegancia, la geometría y el dinamismo de su vuelo. Es la torre de la iglesia de Los Navalmorales, el edificio más noble y singular de la villa.



Los Navalmorales, un pueblo al que me unen muchos afectos, la amistad dulce y duradera, el amor de la edad madura, unas gentes que me recibieron bien, una naturaleza rojiza y verde, y unos árboles que van tejiendo mi amistad año tras año. Olivas y almendros, membrillos y albaricoques, naranjos y limoneros, higueras, cerezos, encinas, madroños...





Puertas y ventanas



La has visto desde todos los sitios y te has acercado a ella, admirando la elegancia y el dinamismo de su vuelo. Sí, es la torre de la iglesia de Los Navalmorales, el edificio más noble y singular del pueblo. Pero hoy apenas te detendrás en ella, sólo alguna perspectiva curiosa o poco conocida. Hoy vas a dedicar la mañana a pasear por el pueblo para ver el grado de conservación de la vivienda tradicional.


Contemplas casas de uno o dos pisos, con muros de piedra y tapial- anchos, densos y maternales- y puertas y ventanas distribuidas con armonía y gran belleza rítmica, sólo afeada por cables de todo tipo que las asedian sin pudor. Casas que son señales de una forma de concebir la existencia, con portales, alcobas y cocinas en la planta baja, cerca del patio, alrededor del cual gira la vida doméstica.
Miras con parsimonia las puertas de madera, ese don de la naturaleza que, de forma implacable, va siendo sustituido por el hierro o el aluminio.



Las ves en casas humildes y nobles, en herrenes y corrales. Y te emocionas ante algunas que, de puro viejas, pareciera que fueran a venirse abajo pero resisten gracias a la nobleza de su factura y a las manos de sus dueños.
Sin prisas, te paras ante esas ventanas- unas sencillas, otras primorosamente enrejadas- que agilizan las paredes y abren huecos sabiamente orientados.
Te encaramas a los lugares más insospechados y contemplas esos tejados que perfilan perspectivas desconocidas y conservan las tejas viejas, esas tejas que preservan del calor y cobijan del frío mejor que muchos materiales nuevos.
Subes a la Sierra del Santo y observas el verde de los patios y el rojo de los tejados. Y la torre, fina y majestuosa, destacando por su lozanía y por ser referencia obligada para señalar todo.


Al terminar tu paseo, entras en la taberna y bebes un vaso a la salud de los que mantienen las casas tradicionales, las remozan y las renuevan. Saben que así están disfrutando de la sabiduría de sus antepasados.


  
Los Navalmorales nevado


Anteayer, siete de enero de 2010, nevó copiosamente en Los Navalmorales (Toledo). Ayer, un sol limpio nos dejó ver la manta de nieve. Hoy ha seguido el temporal.
Me gusta ver en las fotos el perfil nevado del pueblo, pero más me gustó pasear a campo través y guardar en mi cámara lo que iba viendo.

















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