miércoles, 12 de enero de 2011

La emoción de un comentario

24 de mayo de 2010



Ana Belén, hija y nieta de vecinos de Puerto Castilla (Ávila), mi pueblo, ése que en mis relatos llamo Aravalle, escribió ayer un comentario. Por lo emocionante que es todo lo que dice Ana Belén, lo traigo aquí, porque son unas palabras de inmediata y rotunda afectividad.
“He visto tu blog y me he emocionado. Yo soy nieta de dos personas del pueblo, Domingo y María. Mi madre y mi tío nacieron allí, en Puerto Castilla. Sólo conservan un prado por la salida hacia Barco de Ávila. En ese pueblo guardo muchos recuerdos de infancia. Ahora, al ver las fotos no he podido evitar llorar. Gracias.
Ya más tranquila, puedo comentarte algo más de mis recuerdos de Puerto Castilla. Mis abuelos vivían en el barrio de abajo, en un callejón que daba a una plaza con una cruz de piedra. Me acuerdo de sus vecinos: Alejandra, Jesús, María, Martina... También me viene a la cabeza Longina, buena amiga de mi abuela María. Supongo que la mayoría habrán fallecido, como mis abuelos, Domingo y María.
De pequeña pasaba los veranos en ese pueblo al que hace muchos años que no voy. Recuerdo su río, las treinta pasaderas, los renacuajos, la moras, los castaños, los nogales, los avellanos... Recuerdo a mi abuelo en su caballo, y cómo me subía sin esfuerzo a su montura, y el vértigo que me daba mirar hacia abajo... Ahora también siento vértigo y la necesidad de volver, aunque la casa en la que tengo mis recuerdos sea ajena.
De nuevo te doy las gracias por haberme abierto ese huequecito que nunca ha estado cerrado del todo.”
Cuando leí esta mañana tu comentario, Ana Belén, sentí una alegría contenida. Una alegría que unía la satisfacción de saber que este blog puede ser útil, y la sincera emoción de sentir también esa melancolía que tus palabras muestran.
Sí, por mi edad conocí a tus abuelos, tío Domingo Biviano y tía María, y a sus hijos, tu tío Paco, algún año mayor que yo, y tu madre, cuyo nombre no recuerdo, pero a quien tuve la satisfacción de saludar en la feria de san Miguel, en el ventorro Zamarro, a finales de septiembre del año pasado.
Sí, recuerdo aquel callejón junto a la plazuela, y a todos sus vecinos; algunos de los mayores ya han fallecido pero otros siguen viviendo, ya con muchos años, claro.
Si vuelves algún día al pueblo (Junio es un mes estupendo para ello), podrás seguir viendo el río Aravalle, con sus treinta pasaderas, sus renacuajos, las moras, los avellanos, los nogales… Teniendo en cuenta lo que ha cambiado el paisaje en España en los últimos treinta años, en El Puerto se puede decir que salvo ciertos cambios menores, todo sigue igual, pues coinciden dos circunstancias, una buena y otra mala. La buena: Que está dentro del parque Regional de Gredos, y hay una aceptable protección del medio natural. La mala: Que apenas viven allí unas cien personas todo el año, debido a lo duro del clima y a las pocas posibilidades de desarrollo.
¡Qué hermoso lo que dices del caballo y de tu abuelo, y del vértigo que te daba mirar hacia abajo! ¡Qué verdad eso del vértigo del tiempo al querer regresar a un lugar en el que está instalada parte de la infancia!
No lo dudes, prepara tu viaje y regresa. Gracias, Ana Belén, por tus palabras y por hacer que sienta que este blog te ha sido útil.

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