miércoles, 12 de enero de 2011

Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina y la Memoria Histórica


26 Nov 2008





Al hilo de los últimos acontecimientos acerca de la Memoria Histórica y cuando aún está reciente la polémica entre Almudena Grandes y Antonio Muñoz Molina en el periódico El País, se me ocurren algunas ideas cuyo resumen expongo aquí. Pero dejadme que antes suba los textos de esta polémica.


ALMUDENA GRANDES
El País. 24/11/2008
Un tribunal ha constatado la muerte de Franco. Qué risa, dicen algunos. Yo prefiero reírme de otras cosas. "Déjate mandar. Déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta". Parece un contrato sadomasoquista, pero es un consejo de la madre Maravillas. ¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una patrulla de milicianos jóvenes, armados y -¡mmm!- sudorosos? En 1974, al morir en su cama, recordaría con placer inefable aquel intenso desprecio, fuente de la suprema perfección. Que la desbeatifiquen, por favor. A cambio, pueden beatificar a Bono, porque la pequeña vanidad de su implante capilar es pecado venial frente a tamaña perversión.
Ríanse. Es lo mejor porque, más allá de la risa, se extienden el llanto y la úlcera de estómago. Quizás, también, el exilio de este país humillado, que debería ser el nuestro, pero no nos pertenece. Sus eternos propietarios, entre ellos quienes hacían el saludo fascista para celebrar el ingreso bajo palio de un asesino en sus templos, siguen disfrutándolo. A los demás nos queda madrugar, y que los capataces, con toga o sin ella, de los señoritos obispos, nos señalen con el dedo para decirnos si hoy trabajamos o no. Últimamente, es que no.
A mí, Franco no me da risa ni muerto. Y si la legalidad es que la amnistía del 77 sirva para exculpar, entre otros culpables, a quienes mataban a manifestantes pro-amnistía, esa legalidad me parece una tragedia. Pero que nadie se equivoque. No es cuestión de jurisprudencia, sino de política. El Parlamento hace las leyes, y si hace falta, las deshace, y los jueces se limitan a aplicarlas. Por eso, cada vez es más difícil vivir en una democracia que desprecia su propio honor, para reverenciar sumisamente el de sus verdugos. Habrá quien, como Maravillas, le vea la gracia a esta humillación. Yo no, así que, por si toca exiliarse, me voy pidiendo México.

ANTONIO MUÑOZ MOLINA
El País. 25/11/2008
En su artículo del 24 de noviembre, Almudena Grandes hace lo que tal vez intente ser una broma acerca de una monja en el Madrid del comienzo de la Guerra Civil: "¿Imaginan el goce que sentiría al caer en manos de una pandilla de milicianos jóvenes, armados y -¡mmm!- sudorosos?". ¿Estamos ante la repetición del viejo y querido chiste español sobre el disfrute de las monjas violadas? No hace falta imaginar lo que sintieron, en los meses atroces del principio de la guerra, millares de personas al caer en manos de pandillas de milicianos, armados y casi siempre jóvenes, aunque tal vez no siempre sudorosos.
Basta consultar a historiadores fuera de toda sospecha o -ya que nos preocupa tanto la recuperación de la memoria- recuperar el testimonio de republicanos y socialistas sin tacha que vieron con horror los crímenes que se estaban cometiendo en Madrid al amparo del colapso de la legalidad provocado por el levantamiento militar.
Ni a Manuel Azaña, ni a Indalecio Prieto, ni a Arturo Barea, ni a Julián Zugazagoitia les costó nada imaginar la tragedia de tantas personas asesinadas por esas pandillas no siempre incontroladas que preferían mostrar su coraje sembrando el terror en Madrid en vez de combatiendo al enemigo en la sierra. Casi todos ellos hicieron lo poco que podían por salvar a inocentes: a Juan Negrín no le fue nada fácil evitar que asesinaran a su propio hermano fraile. Y todos ellos sabían el daño que esos crímenes estaban haciendo internacionalmente a la justa causa de un régimen legítimo asaltado por una sublevación sanguinaria e inicua. Almudena Grandes habla de exiliarse a México: cuando leemos artículos como el suyo y como tantos otros que por un lado o por otro parecen empeñados en revivir las peores intransigencias de otros tiempos, algunas personas nos sentimos cada vez más extrañas en nuestro propio país.
           
ALMUDENA GRANDES
El País. 26/11/2008
En su furioso ataque a mi columna del lunes pasado, publicado ayer en esta sección, Antonio Muñoz Molina omitió el consejo de la madre Maravillas a sus hijas espirituales -"Déjate mandar. Déjate sujetar y despreciar. Y serás perfecta"- con el que, en mi opinión, era ella la que se ponía a la altura de los viejos chistes sobre la condición femenina en general y sobre las monjas, en particular.
Si no supe expresarlo con la suficiente claridad, lo siento. Si, como sospecho, Antonio Muñoz Molina  ha aprovechado la ocasión para construir un discurso demagógico sobre la violencia y la memoria histórica, todavía lo siento mucho más.


Una frase de san Juan de la Cruz
ANTONIO MUÑOZ MOLINA
27/11/2008
Un lector me hace llegar amablemente una información que yo desconocía, y que me parece adecuado compartir con Almudena Grandes la frase "Déjate enseñar, déjate mandar, déjate sujetar y despreciar y serás perfecta" no es de la madre Maravillas, ni se dirige a sus monjas. Es uno de los Avisos Espirituales de san Juan de la Cruz, y su destinatario, en femenino, es el alma.


Rectificar
GREGORIO MARAÑÓN Y BERTRÁN DE LIS
 27/11/2008
Ser capaz de rectificar es una cualidad de la que carecen los sectarios. Almudena Grandes debería haber asumido que Muñoz Molina tenía razón en su crítica: es éticamente intolerable que se ridiculice a una mujer -también a una santa católica- escribiendo que hubiese disfrutado siendo violada. Los lectores de la escritora -yo lo soy- y, en general, los del periódico, habríamos agradecido que, en vez de volver a citar ayer, fuera de contexto, una frase para justificar su desafortunada afirmación, hubiera reconocido que sus palabras pertenecen al género del más deleznable machismo y hubiera rectificado, en consecuencia.
JESÚS BERMEJO
Algunas reflexiones acerca de esta polémica

Al escribir su artículo, Almudena Grandes no tuvo su mejor momento, porque intentando reírse de los consejos de la monja Maravillas, se le fue la mano al situarla en medio de la guerra civil y cayendo en manos de milicianos. Así se lo hace saber Antonio Muñoz Molina en su réplica del día siguiente. He releído el artículo y he observado que Grandes usa algunas palabras –goce, ¡mmm!, placer- que intentan ridiculizar a la citada monja, mientras deja sin calificación alguna a los milicianos que la podrían maltratar. No hay duda: La monja emite unos consejos, para sus discípulas, inaceptables para cualquier ser humano, pero en modo alguno esos consejos tiene como objetivo provocar la violencia contra nadie. Y la monja nada tiene que ver con todo lo pasado ahora en el Congreso de los Diputados acerca de su memoria y de cómo algunos la usan. Sí, Almudena Grandes no tuvo su mejor día al escribir su artículo.
Hace unos años, Almudena presentó en la Casa de América de Madrid un libro de Benjamín Prado, Mala gente que camina. En la lectura de algunos fragmentos de su libro, Prado se centró en un pasaje en el que mostraba los consejos de la Sección Femenina a las esposas. Una parte del público reía ante la cochambre de consejos leídos, hasta que una voz femenina dijo muy seria: ¡Pues a mí todo eso no me hace ninguna gracia! A mí tampoco, dijo el escritor, y cambió de tercio de inmediato. Cuidado: Con ciertas cosas no se pueden hacer juegos de palabras ni bromas, si por medio está la dignidad y la ética.
Todos sabemos que hay un intento de blanquear el franquismo por parte de ciertos sectores políticos e intelectuales. La reacción contraria ante esa maniobra es intentar minusvalorar la transición y querer llevar todo lo relacionado con la memoria histórica más allá de donde debiera ir.
Es imprescindible que todos los muertos que aún están en fosas comunes y en parajes como cunetas y tapias debieran ser exhumados y enterrados donde decidan sus familiares. Esto lo ha de hacer la Administración del Estado, así como la eliminación de los nombres de la dictadura en calles, colegios e instituciones, además de la rehabilitación de las víctimas del franquismo.
La izquierda social española debiera aceptar que todo lo demás ha de dejarse a los historiadores, el cine, el periodismo, la televisión, la literatura y el arte. Y debiera asumir también que en la España republicana hubo multitud de desmanes durante la guerra, y que aunque muchos de ellos fueran tergiversados en la Causa General de los años cuarenta, hoy día lo más noble sería aceptar que aquellas víctimas merecen tanta consideración como desprecio sus verdugos.
Y la derecha social española debiera de una vez reconocer que hubo un golpe de Estado contra el sistema democrático de entonces, es decir, la República, y que tanto los desmanes y crímenes en plena guerra en la España franquista como en todo el país a lo largo de tantos años de dictadura, resulta algo intolerable para cualquiera que hoy se llame demócrata. Y dicha derecha debiera aceptar respetuosamente la exhumación de los restos de las víctimas de tanta barbarie que aún permanecen en fosas comunes, y que todo lo que exalte el recuerdo del franquismo sea eliminado de calles e instituciones. Y lo más noble sería aceptar también que aquellas víctimas merecen tanta consideración como desprecio sus verdugos.
Así se cerraría de verdad lo que está pendiente de cerrar en la Memoria Histórica, se culminaría lo que aún no se pudo hacer en la transición y todos podríamos mirar al futuro sin vergüenza, y con lealtad hacia los millones de españoles que en aquellos años sufrieron la violencia de los que en cada caso tenían poder para actuar impunemente contra los demás.




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